Hace unos dos años, en Granada capital (España), ocurrió un asesinato que
llamó mucho la atención. Fue en un piso de estudiantes, donde vivían
cuatro chicas. Una noche, dos de las chicas se fueron a sus respectivos
pueblos ya que era viernes, para pasar el fin de semana. Las otras dos
se quedaron en el piso. Una de ellas decidió irse a dormir al piso de
una compañera de clase. Se fue dejando a la otra sola en la vivienda.
Por la noche, la que se había ido a dormir fuera se dio cuenta de
que no tenía pijama y volvió al piso a recogerlo. Fue a su habitación y
no encendió la luz para no “despertar” a su compañera. Cogió el pijama
que estaba en el armario y se fue de nuevo.
A la mañana siguiente, cuando volvió, se dio cuenta de que la
policía estaba en el piso y que los vecinos llenaban el pasillo. Se
asustó mucho porque no sabía qué había pasado. Se dirigió a su
habita-ción y vio que un “cuerpo” se encontraba en el suelo tapado con
una sábana. ¡Era un cadáver! ¡Su ami-ga había muerto! ¿Cómo? Se puso
muy nerviosa, un montón de preguntas se atropellaban en su mente y no
encontraba ninguna respuesta.
La noche antes un ladrón había entrado en el piso y, estando la
chica sola, la mató después de robarle el dinero que tenía. Cuando la
chica protagonista fue al piso a recoger el pijama, el ladrón se
encontraba en su habitación y ya había asesinado a su compañera. Dicho
hombre dejó escrito en el espejo de la habitación, con pintalabios
rojo: “SUERTE QUE NO ENCENDISTE LA LUZ”.