Lucía estaba recogiendo la ropa del cuarto “hay que ver como se estropea”, pensaba mientras la iba plegando, “intento lavarla a mano para que quede como el primer día que la compré, pero el tiempo le pasa factura a todo y a todos”.
Era una mañana primaveral y Lucía se encontraba exultante, le gustaba ver el jardín desde la ventana del dormitorio, verde. “Qué bonito esta hoy el jardín ¿eh, Andrés?”. Su marido se encontraba sentado en una vieja mecedora situada en un rincón de la habitación, balanceándose.
“¿Sabes que ha pasado hoy en el mercado?” “La señora Luisa, la del panadero, se ha desmayado, ¡que susto nos ha dado! .Es una mujer muy mayor y no debería ir sola a la compra, ¡no sé en que estarán pensando sus hijos! ¡Con lo mayor que es!”.
El Sol se colaba por la ventana inundando todo de alegría, “me apetece salir, podríamos hacer un picnic, pero claro, a ti no te apetece, como siempre. Vale, vale… ya sé que has cambiado, es verdad que ya no discutimos tanto, he de reconocerlo pero aún podemos mejorar más en nuestra relación. Recuerdo como te enfadabas antes...Como cambiamos ¿eh?, al final has visto que esa actitud no nos hacía felices, te agradezco el esfuerzo que has hecho por salvar nuestra relación. Te quiero mucho, es verdad, no me mires así. Hemos tenido malos tiempos, lo del bebé ya está superado y no te guardo rencor, tendremos más oportunidades y seguro que seremos buenos padres.”
“Bueno, ya esta bien de tanta cháchara, me voy a hacer la comida”, Lucía salió del cuarto dispuesta a preparar la comida, hoy prepararía cordero al horno, el plato favorito de Andrés, y quería hacer un postre especial para un día especial, hacía dos meses que él había cambiado, la conversación que mantuvieron una noche de invierno hizo que Andrés comprendiera que su matrimonio estaba naufragando. Y entonces empezaron a mejorar las cosas para Lucía.
Andrés seguía sentado en la mecedora, vieja, llena de agujeros, las termitas consumían poco a poco aquella reliquia del pasado. Otros seres vivos compartían asiento con el marido de Lucía, los gusanos, blancos, pequeños… la bolsa que rodeaba la cabeza de Andrés se movía al ritmo que lo hacían sus habitantes. Salían de la nariz, del cráneo partido, resultado de aquella conversación que solucionó todos los problemas matrimoniales de Lucia. Que contenta estaba Lucía ahora que su esposo había cambiado tanto…